La Oración del corazón: una técnica para conectar con Dios
En las iglesias cristianas orientales existe un procedimiento para entrar en los espacios profundos de la mente y lograr una conexión con Dios o recibir su inspiración, es la Oración del corazón. Esta práctica se remonta a la edad media bizantina con Simeón el Nuevo Teólogo (927-1022), y Gregorio Palamas (1296-1359), Máximo el Confesor, Diádoco de Fótice (mediados del siglo V), luego es practicada por los Padres de Desierto.
Continuó expandiéndose con Nicéforo, el solitario (segunda mitad del siglo XIII). Luego se introdujo en las oraciones de los monjes del monte Athos en el siglo XIV. Desde ahí se expandió gracias a la obra llamada “La Philocalie” (La Filocalia) publicada en 1782 por un monje griego.
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Fue ampliamente difundida en Rusia y gracias a otra obra: “El peregrino ruso o Relatos de un peregrino ruso” de autor desconocido y escrito entre 1853 y 1861, esta técnica de oración ganó popularidad. Hoy está traducida a varios idiomas incluido el español.
La oración del corazón
La oración del corazón consiste en una invocación profunda y constante a Jesús, inspirada en Lucas 18,38 “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” o “Jesús, hijo de Dios, ten piedad de mí”.
A través de esta oración los practicantes pretenden lograr un contacto con la fuente Divina, una iluminación interior que según los relatos les llena de una profunda alegría y de éxtasis místico.
En la Filocalia describen que el propósito de la oración del corazón es: aprehender en el corazón el fuego celestial; tener la experiencia sentida del perdón de Dios; descubrir el tesoro oculto; conocer y tomar conocimiento del reino de Dios.
La técnica de la oración del corazón según explican es la siguiente:
El practicante, aislado en un retiro silencioso, se concentra en su corazón y diciendo una frase corta pero muy sentida inhala suavemente imaginando que lleva esa frase junto con su inhalación hasta su corazón. Una vez allí, presiona internamente para que la frase y el aire lleguen más profundamente.
Siguiendo, y sin perder la atención en el corazón va exhalando el aire viciado suavemente. Esta práctica la repiten los monjes muchísimas veces en el día hasta que lograban una iluminación se su mundo interno.
Además, entregan algunas recomendaciones en esta práctica que extraemos del mismo libro:
Sugieren no concentrarse en ver figuras o imágenes.
No atiendas las exigencias de tu cuerpo durante el ejercicio de la oración; no dejes que una mordedura de piojo, pulga, mosquito o mosca, te impida avanzar en la oración.
Siéntate luego en una celda tranquila, en un rincón apartado, y dedícate a lo siguiente: cierra la puerta y eleva el espíritu…
Por la mañana siéntate en un lugar bajo, retén el espíritu en tu corazón y mantenlo allí.
A la caída del sol, después de haber solicitado la ayuda del Señor Jesucristo, soberanamente bueno y poderoso, siéntate en tu escabel, en una celda tranquila y oscura, reúne tu espíritu aparatándolo de su habitual distracción y de su vagabundeo.
Adecuando la oración al ritmo respiratorio, el espíritu se calma, encuentra el «reposo» (hesychia, en griego; de ahí el nombre de «hesicasmo» dado a esta corriente espiritual de la oración).
El espíritu se libera de la agitación del mundo exterior, abandona la multiplicidad y la dispersión, se purifica del movimiento desordenado de los pensamientos, de las imágenes, de las representaciones, de las ideas.
Se interioriza y se unifica al mismo tiempo que ora con el cuerpo y se encarna. En la profundidad del corazón, el espíritu y el cuerpo reencuentran su unidad original, el ser humano recobra su «simplicidad».
Reteniendo la respiración, en la medida de lo posible, para no respirar demasiado a menudo…Invoca al Señor Jesús con un deseo ferviente y en una paciente expectativa, abandona todo pensamiento.
Esfuérzate por mantener tu intelecto, durante la plegaria, sordo y mudo, así podrás orar.
No imagines la divinidad en ti cuando oras ni dejes que tu inteligencia acepte la impresión de una forma cualquiera; mantente inmaterial y tu comprenderás.