Santa Lucía, la mártir que veía con el corazón
Santa Lucía nació en Siracusa a finales del siglo III, provincia romana de Sicilia. Según cuenta la tradición, sus padres eran ricos. Su madre se llamaba Equtiquia y su padre, que murió cuando ella era joven, seguramente sería Lucio. Ello se debe a que los romanos solía poner a sus hijas el nombre de los padres.
Se trata de una santa cuya defensa de Dios durante la época de las persecuciones de cristianos por parte de Diocleciano le hizo perder la vida, pero nunca su fe.
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Esta luz para el mundo fue educada en la religión cristiana. Desarrolló una fe tan pura que decidió consagrar su vida a Dios, haciendo por tal motivo un voto de virginidad.
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El martirio de Santa Lucía
Su madre, que estaba enferma, no quería que su hija se quedase sin casar. Quería un esposo que la protegiera. La comprometió en matrimonio con un joven pagano. Santa Lucía le dijo a su madre que fuese a rezar a la tumba de Águeda de Catania, convencida de que así se curaría de su enfermedad.
Efectivamente, la sanación se produjo. Entonces le rogó a su madre que la liberase del compromiso de matrimonio y la dejara dedicar su vida a Dios. La madre terminó claudicando.
Sin embargo, el joven pagano no aceptó la ruptura del compromiso y denunció a Santa Lucía ante el procónsul Pascasio que era cristiana. Algo muy peligroso en tiempos del emperador Diocleciano.
Entonces fue sometida a todo tipo de vejaciones y torturas debido a su acusación de ser cristiana. Le instaron a que hiciese sacrificios a los dioses, rechazándolo Santa Lucía y alegando que su sacrificio era ayudar a los necesitados, entregando a ellos todos sus bienes.
Pascasio mandó a sus soldados que la llevasen entonces a un prostíbulo para que fuera violada y así se alejase así de ella el Espíritu Santo. Fue atada de pies y manos. Pero al intentar moverla, les resultó imposible. Pascasio decidió martirizarla con aceite y pez hirviendo, sin que ella renunciase de su fe en ningún momento.
Antes de morir, Santa Lucía profetizó que sería canonizada y convertida en protectora de Siracusa, además de sentenciar la caída de Diocleciano y Maximiano.
Santa Lucia, patrona de la vista
Respecto al martirio hay relatos en los que se dice que le atravesaron la garganta y sacaron los ojos, mientras que otros dicen que Santa Lucía era ciega.
También existe una leyenda en la que se dice que sus ojos eran tan hermosos que a uno de sus pretendientes, que no la dejaba descansar, se los envió tras arrancárselos del rostro. Le dio tanto remordimiento al pretendiente que se convirtió al cristianismo.
También hay una leyenda medieval que dice que cuando Santa Lucía estaba en el tribunal, podía ver a pesar de no tener ya ojos. Veía con el corazón. Con la luz que su propio nombre indica.
Por tanto Santa Lucía es considerada patrona de la vista, de los ciegos, de los pobres y de los niños enfermos. También de los sastres, de las modistas, de los fotógrafos y electricistas, entre otros.
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